

Las conexiones del fascismo con movimientos intelectuales —artísticos como el futurismo y otras vanguardias y filosóficos, como el irracionalismo y el vitalismo— supusieron en realidad, más que su influencia, su utilización y manipulación, que fue atractiva —en mayor o menor medida, con mayor o menor grado de compromiso o simple contemporización, y a veces con evolución posterior en contra— para muchas personalidades destacadas: italianos como
Gabrielle D'Annunzio,
Filippo Tommaso Marinetti,
Curzio Malaparte o
Luigi Pirandello; alemanes como
Martin Heidegger,
Ernst Jünger,
Carl Schmitt,
Wilhelm Furtwängler o
Herbert von Karajan; franceses como
Robert Brasillach,
Louis-Ferdinand Céline o
Pierre Drieu La Rochelle; españoles como
Ernesto Giménez Caballero,
Eugenio D'Ors,
Agustín de Foxá,
Pedro Laín Entralgo o
Dionisio Ridruejo; noruegos como
Knut Hamsun, rumanos como
Mircea Eliade; y estadounidenses como
Ezra Pound.


En concreto en el caso de Alemania, ocurrió con tópicos culturales como el del superhombre de
Nietzsche, o incluso con las desviaciones pseudocientíficas justificadoras del racismo, como la eugenesia y el darwinismo social. La ciencia misma fue un principal objeto de consideración, encuadrada y subordinada de manera totalitaria al Estado y al Partido (de manera no muy diferente a como lo era en la Unión Soviética).
No hay comentarios:
Publicar un comentario