La incoherencia de los postulados no era ningún inconveniente: el antiintelectualismo y el predominio de la acción sobre el pensamiento eran conscientemente buscados. Incluso la modernidad estética inicial se llegó a despreciar (arte nazi y concepto de Entartete Kunst o Arte degenerado, quema de libros, estigmatización de determinados intelectuales o de colectivos enteros).
Para Stanley Paine, lo que caracterizaba el ideario falangista (el movimiento equivalente al fascismo en España, fundado en los años treinta por José Antonio Primo de Rivera y que se transformó en un más complejo Movimiento Nacional con la guerra civil y el franquismo) eran justamente «sus ideas vagas y confusas».
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